La tecnología es la sociedad hecha para que dure.

Latour, B. (1998). La tecnología es la sociedad hecha para que dure. En Domenech, M. y Tirado, F. J. (comps.), Sociología simétrica. Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad (pp. 109-142). Gedisa.

Durante mucho tiempo la teoría social se ha preocupado por definir las relaciones de poder (Barnes, 1988), pero siempre ha encontrado dificultades a la hora de ver cómo se logra la dominación. En este texto argumentaré que para entender esta cuestión tenemos que alejarnos de esa preocupación exclusiva por la relaciones sociales y trenzarlas en un tejido que incluya actantes no-humanos, actantes que ofrecen la posibilidad de mantener unida a la sociedad como totalidad duradera (Latour, 1998 pp. 109)

En la primera parte, usaré un ejemplo muy sencillo para ilustrar lo que creo que es el foco más adecuado para detectar el punto de entrada de las técnicas en los colectivos humanos. En la segunda parte, analizaré el interesante caso de la cámara Kodak estudiado por R. Jenkins para mostrar cómo la teoría social podría beneficiarse de la historia de la tecnología. Finalmente, intentaré explicar cómo se puede dar cuenta de la estabilidad y la dominación una vez que los no-humanos han sido entrelazados en el tejido social (Latour, 1998 pp. 109)

Donde el letrero, la inscripción, el imperativo, la disciplina o la obligación moral fracasaban, el director de hotel, el innovador y el peso metálico tienen éxito. De todas maneras, obtener tal disciplina ha tenido un precio: el director de hotel tuvo que aliarse con un innovador y el innovador, a su vez, con pesos metálicos y con sus procesos de manufactura (Latour, 1998 pp. 110)

Esta innovación minúscula claramente ilustra el principio fundamental que subyace a todos los estudios de ciencia y tecnología: la fuerza con la que un hablante hace una declaración nunca es suficiente, al principio, para predecir la trayectoria que la declaración seguirá, Esta trayectoria depende de lo que los sucesivos oyentes harán con la declaración.[…] Para ser capaz de predecir la trayectoria, el director de hotel tiene dos posibilidades. O puede volver a todos los clientes iguales […] O puede cargar su declaración de tal manera que muchos clientes diferentes se comporten de la misma manera, al margen de lsu lengua de origen o de su experiencia en hoteles. La elección es entre incorporación y excorporación (Latour, 1998 pp. 110-111)

El imperativo gramatical actúa como una primera carga: “deja tus llaves”; la inscripción del letrero es una segunda carga; la educada expresión “por favor”, añadida al imperativo y con el fin de ganar el favor del cliente, constituye la tercera carga; la masa del peso metálico suma la cuarta. El número de cargas que uno necesita unir a la declaración depende de la resistencia de los clientes, de su falta de atención, de sus modos y de su capricho. También depende de en qué medida el director de hotel necesite controlar a sus clientes y, finalmente, depende de la inteligencia de los clientes. Los programas del hablante se vuelven más complicados a medida que responden a los antiprogramas de los oyentes. (Latour, 1998 p. 111)

Pero la orden obedecida ya no es la misma orden inicial. Ha sido traducida, no trasmitida. Al seguirla, ni estamos persiguiendo una frase a través de su contexto de aplicación, ni nos estamos moviendo del lenguaje a la praxis. El programa “deja tu llave en recepción”, que es ahora escrupulosamente ejecutado por la mayoría de los clientes, no es aquel con el que empezábamos. Su desplazamiento lo ha transformado. Los clientes ya no dejan las llaves de sus habitaciones, ahora, se libran de un pesado objeto que deforma sus bolsillos (Latour, 1998 pp. 111-112)

“Este pequeño ejemplo ilustra el “primer principio” de cualquier estudio sobre innovación en ciencia y tecnología: el destino de una declaración está en manos de los otros (Latour, 1987b)” (Latour, 1998 p. 112)

Los clientes fueron incorporados poco a poco: acabaron por abandonar sus antiprogramas y “se rendieron” al programa(Latour, 1998 p. 114)

Tal diagrama no rememora el desplazamiento de una declaración inmutable en un contexto de uso o aplicación. Tampoco rememora el desplazamiento de un objeto técnico -en este caso una llave a la que se aumenta el peso con un metal- en un contexto de uso o aplicación. En lugar de eso, rememora un movimiento que no es ni lingüístico ni social ni técnico ni pragmático. El diagrama sigue la huella de los cambios sucesivos experimentados por los clientes, llaves, hoteles y directores de hotel. (Latour, 1998 p. 114)

La llave está fuertemente unida al peso por un anillo, igual que el director está unido a sus llaves. […] El problema para el director de hotel consiste en encontrar una manera de unir sus llaves a la recepción cuando sus clientes salen del hotel, y lo logra uniendo sus clientes a la recepción de una forma más fuerte y duradera que ésa con que las llaves se unen a los bolsillos o bolsos de sus clientes (Latour, 1998 p. 115)

Podemos percatarnos en el diagrama de que el grupo social de los clientes del hotel se va transformando poco a poco. La acumulación de elementos – la voluntad del director, la dureza de sus palabras, la multiplicidad de sus letreros, el peso de sus llaves – acaba alterando la paciencia de algunos clientes que, finalmente, ceden y acuerdan conspirar con el director, devolviendo fielmente sus llaves. […] Esta transformación gradual, sin embargo, no sólo es aplicable al grupo social de “clientes del hotel”; también es aplicable a las llaves. De repente llaves indiferentes e indiferenciadas se convierten en “llaves europeas de hotel”, objetos muy específicos que debemos ahora distinguir y aislar tan cuidadosamente como hicimos con los clientes. Aquí radica lo único importante en el seguimiento de las innovaciones. Las innovaciones nos enseñan que nunca trabajamos en un mundo lleno de actores a los que se puede atribuir contornos fijos. No es simplemente que su grado de unión a una declaración varíe; su competencia, e incluso su definición, puede transformarse. Esas transformaciones experimentadas por los actores son de crucial importancia para nosotros cuando seguimos las innovaciones porque revelan que el actor unificado – en este caso el cliente-de-hotel-que-olvida-la-llave – es en sí mismo una asociación compuesta de elementos que pueden ser redistribuidos. Lo que convierte al análisis de los puntos de entrada de las innovaciones en un proceso tan delicado es ese abrir y cerrar de cajas negras (Latour, 1998 p. 115 – 116)

Nunca nos enfrentamos a objetos o relaciones sociales, nos enfrentamos a cadenas que son asociaciones de humanos (H) y no-humanos (NH). Nadie ha visto nunca una relación social en si misma – si no es la del director de hotel imcapaz de disciplinar a sus clientes- ni una relación técnica, si no es la de llaves y pesos olvidados por todoel mundo.

En lugar de eso, siempre estamos frente a cadenas que se parecen a esto: H-NH-H-NH-NH-NH-NH-H-H-H-NH (donde H representa un humano como actante y NH un no-humano).

Desde luego, una unión H-H-H se parece a las relaciones sociales mientras que la porción NH-NH-NH se parece a un mecanismo o una máquina, pero la cuestión es que tanto una como otra siempre están integradas en cadenas más largas. Es la cadena – el sintagma – lo que estudiamos, o su transformación – el paradigma-, pero nunca alguno de sus agregados o fragmentos. […] El poder no es una propiedad de ninguno de esos elementos, sino que es la propiedad de una cadena. (Latour, 1998 p. 117)

La manera más productiva de crear nuevas narrativas ha consistido en seguir el desarrollo de una innovación (Bijker et al., 1996; Bijker y Law, 1992; Hughes, 1983). Esas historias recientes permiten ir de los impotentes ingenieros a la dominación que, de tan completa que es, se ha vuelto invisible. Es el paisaje en el que ahora la acción y la voluntad humana fluyen fácilmente (Latour, 1998 p. 118)

La principal dificultad para integrar la tecnología en la teoría social es la carencia de recurso narrativo. Sabemos cómo describir las relaciones humanas, sabe,os como describir los mecanismos, frecuentemente intentamos alternar entre contexto y contenido para hablar acerca de la influencia que ejerce la tecnología en la sociedad o viceversa, pero todavía no somos expertos en tejer los dos recursos descriptivos en un todo integrado. Y es lamentable, puesto que, siempre que descubrimos una relación social estable, es la introducción de algunos no-humanos lo que puede explicar esta duración relativa (Latour, 1998 p. 118)

Consideremos la historia de Jenkins acerca de la invención simultánea de la cámara Kodak y del mercado de masas para fotógrafos aficionados (Jenkins, 1975, 1979). Resumamos esta historia mediante la identificación de cada programa y de cada anti-programa y mediante el registro sucesivo de todos los nuevos actores, sean humanos o no-humanos, individuales o colectivos. (Latour, 1998 p. 118)

Lo remarcable en esta historia es que nunca se está frente a dos repertorios – infraestructura y superestructura, técnica y economía, función y estilo – sino con ensamblajes cambiantes de asociaciones y sustituciones. (Latour, 1998 p. 120)

La película es un sustituto para las placas, el colodión seco lo es para el colodión líquido, capitalistas reemplazan a otros capitalistas, y, sobre todo, consumidores medios reemplazan a profesionales-aficionados. (Latour, 1998 pp. 120 – 121)

¿Está forzado el consumidor final a comprar una camara Kodak? En cierto sentido sí, ya que ahora todo el paisaje está construido de tal manera que no hay curso de acción posible que no pase por la tienda de la compañía de Eastman. (Latour, 1998 p. 121)

¿Trayectoria o traducción? (Latour, 1998 p. 121)

[…] el encargado de un museo de la tecnología que intentara mostrar una exposición sobre la historia de la fotografía podría estar tentado a unir sucesivas versiones de cámaras antiguas en la misma exhibición. Éstas, después de todo, son objetos físicos que pueden ser fácilmente preservados y mostrados. El encargado no niega la existencia del “resto” – de todos los fotógrafos, sujetos, mercados e industrias que circundaron las cámaras. En su lugar, transforma todo ello en un contexto en el que se supone que el objeto técnico se movió, creció, cambió o se convirtió en algo más complejo. Con todo, si comparamos la invención de Warneke con la primera cámara de Eastman, nos damos cuenta de que son exactamente tan dispares como la versión (10) lo es de la (24) en la tabla de arrriba – un episodio en el que Warneke cortésmente reconoce la originalidad de Eastman. El grado de semejanza debe ser tomado como ínidice en una cadena de asociación.

Desde la perspectiva de la trayectoria de un objeto de vidrio y madera moviéndose a través de la sociedad, esas dos innovaciones no tendrían por que estar unidas a la exposición de un museo más de lo que podrían estarlo una máquina de coser y una mesa de operaciones. A través de cortes en las traducciones, la noción de trayectoria inventa los “cadavres exquis” de los surrealistas. Y, sin embargo, desde la perspectiva del flujo de asociaciones y sustituciones, existe efectivamente algún lazo establecido por los propios Warnerke y Eastman. Sin embargo, este lazo no está hecho de madera, carretes y vidrio. Las dos invenciones no tienen en común un único no-humano: sólo lo parece así visto en retrospectiva. Solamente el trabajo de exploración de Eastman establece un lazo entre el soporte para rollo de película diseñado para aficionados profesionales en Inglaterra y la cámara automática producida en cadena en América. O damos a este trabajo un lugar en nuestros análisis, en cuyo caso la unión no es fortuita, o no se lo damos, con lo que la unión entre las dos innovaciones no es nada más que un artefacto de la historia técnica de la tecnología (Latour, 1998 pp. 121-122)


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